
Para el mundo sólo será un titular y una escalofriante cifra de fallecidos, números en los que no nos paramos a pensar, nos parecen inmensos pero no profundizamos en lo que cada número significa.
Cada número significa una casa destrozada, una madre que jamás volverá a ver a su hijo entrar por la puerta de casa, un hermano o una hermana que no podrá disfrutar de su hermano, ni podrá compartir sus alegrías con él. Por no hablar de los tantos de mujeres y hombres que no podrán volver a abrazar a su pareja, ni volver a disfrutar de un amanecer juntos.
Incluso la cantidad de niños que crecerán sin un padre o una madre…. Ellos jamás lo entenderán, pero… ¿Quién lo entiende?
Quién entiende que por una falta de intereses comunes entre los presidentes de dos países, se entró en guerra y ese fue el fin de miles de vidas e infinitos sueños…
Los únicos que entienden la guerra son los grandes gobernantes, porque son quienes van a salir ilesos de ella.
Jaime Nubiola dice: “No se trata del petróleo, ni del dominio político militar, sino la necesidad humana de matar” pero creemos que va más allá, se trata de la necesidad humana de poder, ya que cuando uno consigue un poco aparece un ansía de más poder. Es justo allí donde se enfatiza el yo, desaparece el resto del mundo y empieza el problema. Deberíamos deshacernos del paradigma actual de la ley del más fuerte, de la explotación económica y de la guerra como el medio legítimo para resolver conflictos.
Está en nuestras manos cambiar el sistema empezando por nuestra forma de pensar, predicar la paz en el mundo parece una utopía, algo lejos de nuestro alcance.
Pero podemos aportar nuestro granito de arena eliminando los prejuicios y no discriminando por raza, estatus social, creencias religiosas o sexualidad.
Juan Pablo II es un buen ejemplo quien fomentó el Ecumenismo.
Lo principal es dejar de lado el individualismo y el rechazo a lo diferente.

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Nadie nace siendo intolerante. |
Creemos que la tolerancia es el primer paso hacia un mundo mejor.
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